viernes, 9 de septiembre de 2016

Microempresa, la difícil actividad para sobrevivir



Lorenzo es artesano, tiene cerca de 50 años de edad, es delgado, moreno y su rostro refleja el cansancio del constante ir y venir ante la justicia para defender su caso. Su preocupación se debe a un problema que tiene con el Ministerio de Trabajo desde hace varios años atrás. En ese entonces intervinieron su taller artesanal, pisando su sueño de crear en el futuro una microempresa.

Su oficio es hacer maniquís con fibra de vidrio artesanalmente, es decir, sin la intervención de grandes máquinas y sólo con las manos. Así, cuenta que junto al apoyo de su familia empezó su emprendimiento y luego, contrató a un par de estudiantes para que lo ayuden, en sus ratos libres. Su objetivo era consolidar en algún momento una pequeña empresa.
Según cuenta, el Ministerio de Trabajo determinó que Lorenzo tenía muchas fallas como “microempresario”, por lo que lo multó fuertemente por no aportar AFP’s, no tener asegurados a sus trabajadores y no cumplir otros puntos de la Ley General del Trabajo.
Al ocurrir esto, Lorenzo logró solucionar el inconveniente con las jóvenes que trabajaban en su taller; empero, el Ministerio de Trabajo siguió con el proceso de oficio y esto llegó a la justicia. A la fecha, la deuda de Lorenzo por todo este problema asciende a la suma de 17 mil bolivianos por lo que no tiene con qué pagar dicha multa, pues aparte, su taller familiar se encuentra cerrado.
“Me midieron como si fuera un gran empresario. Libro de accidentes, aportes, todo me pidieron pero yo no me siento microempresario. Soy artesano, porque como dice la ley, los microempresarios deben cumplir con todo; pero yo apenas trabajo con mi familia y con un dinero prestado”, sostuvo.
De esta manera el taller de Lorenzo que pretendía convertirlo algún día en una microempresa cerró, y él todavía camina entre los estrados judiciales tratando de explicar y hacer valer su verdad. Mientras hace esto, intenta sobrevivir realizando cualquier otro oficio que le permita mantener a su familia y comer.

Mario
En otra zona de la ciudad de Tarija el sol quema a las tres de la tarde, Mario llega en su taxi agotado y algo sudado a la entrevista. Se trata del propietario de lo que un día fue una próspera microempresa de confección de ropa deportiva. Hoy el taller textil pasa las mañanas y tardes solo y en silencio, como una vieja estatua olvidada.
Mario cuenta que su historia como microempresario comenzó en realidad cuando él trabajaba de costurero en una empresa de ropa argentina. Dice que en aquel lugar, donde siempre recibió un buen trato, aprendió mucho el oficio, pero además, logró contactos que con el pasar del tiempo lo buscaron para encargarle algunos trabajos extras, fuera de su fuente laboral.
Así, Mario comenzó su camino hacia la microempresa, haciendo una inversión próxima a los mil dólares para comprar las máquinas de coser, que eran las más indispensables para su negocio.
Trabajaba durante el día en el taller de ropa argentina y por las noches hacía los encargos que conseguía. Luego se casó y el sueldo que ganaba en la empresa donde trabajaba no le alcanzaba, por lo que con su mujer elaboraron un plan para que Mario elabore prendas deportivas durante las noches y ella las venda durante el día o, en las ferias de los fines de semana.
De esta manera, empezó confeccionando remeras para varón y para mujer, traía telas brasileras de alta calidad desde La Paz y compraba marcas bordadas de ropa argentina para costurarlas en sus prendas. Dice que si exhibía sus prendas como una confección hecha en Bolivia no tenían posibilidad de ser vendidas, por lo que debía hacer pasar su ropa como argentina.
Así, logró tener clientela y pasó a costurar conjuntos deportivos y otro tipo de prendas para hacer deporte; recuerda que la venta iba bien, hasta que un día, uno de sus clientes dudó de la procedencia de la ropa que vendía y terminó obligándolo a confesar que las prendas eran confeccionadas por él.
Dice que eso fue positivo para su negocio pues fue cuando comenzaron los pedidos de ropa. Colegios, equipos de distintas disciplinas, instituciones, grupos de amigos y otros, le encargaban la ropa por docenas, por lo que tuvo que ampliar su negocio y contratar personal. Para eso tuvo que hacer una nueva inversión, y entre sus ahorros y un préstamo que sacó de una entidad financiera, juntó 15 mil dólares.
Con eso se retiró de su fuente laboral tras 10 años de servicio y se dedicó plenamente a su microempresa, llegó a contratar hasta 12 operarios, alquiló una tienda en el centro de la ciudad para mostrar su trabajo y de a poco fue consolidando su negocio.
Recuerda que todo iba bien hasta que en el año 2011, todo dio un giro de 360° grados, pues las ventas bajaron, ya no había circulante en las calles, las personas le regateaban el precio, pero sobre todo, una enfermedad atacó a su mujer, quien ya no pudo salir a vender las prendas a la calle y él tuvo que volcar todo su tiempo y esfuerzo para recuperar la salud de su pareja.
Todo eso derivó en que se despida a la gente que trabajaba con él, ya no podía atender los pocos encargos que tenía y con el tiempo, la microempresa que logró consolidar quedó reducida tan sólo a él y su familia.
Hoy, Mario ya no depende de su microempresa y sale todos los días en su taxi a buscar el pan de cada día. Guarda aún sus máquinas pues tiene la esperanza de que “caigan” algunos encargos para que él pueda hacerlos junto a su esposa y así, lograr algún ingreso más para su hogar.

Las dificultades
Como estas dos historias, hay muchas más en el sector de los micro y pequeños empresarios, según aseguran la presidenta de la Federación del sector, María Martínez y una de las fundadoras de la organización, Shirley Rodríguez.
Ninguna de las dos puede dar un dato preciso de la cantidad de microempresarios que hay en Tarija, pero calculan que son cerca de 5.000 pequeñas y micro empresas en todo el departamento; aunque aclaran que cada día se cierran unas y abren otras. De hecho, los primeros días de septiembre se reportó que 2.000 pequeños emprendedores dejaron de operar.
El sector de la micro y pequeña empresa es amplio, pero el que más afiliados tiene y representa poco más del 50 por ciento es el textil, seguido del de alimentos, metalmecánica, madera, artesanos y otros.
Martínez afirma que no es un buen momento por el que atraviesa el sector y dice que emprender una pequeña empresa en Tarija es muy complicado, pues hay muchos factores en contra, como por ejemplo: la mercadería de contrabando, responsabilidades duras en impuestos, deberes con el municipio y otros con el Ministerio de Trabajo.
Sobre la mercadería ilegal, afirma que es uno de los mayores problemas de los textileros, ya que ellos deben competir con la ropa china y la ropa usada, que se la encuentra a todo precio, desde 10 hasta 50 bolivianos, de las más accesibles. Aunque también hay aquellas que tienen precios que pasan de los Bs 100.
“Cuando te estas estableciendo y tienes esperanza de crecer te llegan con impuestos, patentes de la Alcaldía y con eso debes trabajar para pagar a la Alcaldía, Impuestos, lo que hace que no se genere economía”, dice la presidenta de la Fedemype.
Martínez cuenta que en su caso, cuando ella debía presentar un descargo mensual de su empresa, falló en poner una coma en el formulario, no se dio cuenta y tampoco le avisaron nada en las oficinas de Impuestos, hasta después de los tres años. En ese entonces le comunicaron del error y le dijeron que su deuda por esa falla se había agrandado a 7 mil bolivianos.
Con todo esto, Rodríguez asegura que hacer microempresa en Tarija no es nada fácil, pues además de buscar sostener su negocio, deben pensar en cómo promocionarlo, cómo vender sus productos y cómo hacerlo crecer; todo esto sin la ayuda del Estado.
Así, tanto María como Shirley cuentan una infinidad de trabas y piedras que encontraron en el camino de consolidar su microempresa y aseguran que hacer un pequeño emprendimiento es remar contra la corriente. Pero lo siguen haciendo pues tampoco encuentran otras alternativas para subsistir.

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